carta d'empenediment

apreciado sargento:

sirva la presente epístola a modo de arrepentida confesión de algunas de las chiquillerías perpetradas durante la prestación de mi servicio militar obligatorio. a usted, que siempre hizo gala de una paciencia casi paterna para conmigo y me despidió de las dependencias con un efusivo abrazo espetándome un “entraste aquí como un chico y te marchas como un hombre”, le debo, al menos, una afligida disculpa.

soy consciente que la traducción al castellano, durante nueve meses, de todas las noticias aparecidas en catalán en prensa escrita sobre temas castrenses era un destino, cuanto menos envidiable, para un mozalbete como yo. pero en mi descargo quiero comentarle, apreciado sargento, que desempeñar esta patriótica labor además de mandar cartas a las autoridades invitándolas a pascuas militares, desfiles y otros amenísimos eventos, me hastiaba soberanamente.

el aburrimiento, nunca una falta de respeto hacia su inmaculada trayectoria al frente de la sección de prensa y protocolo y un talante, quizás pizpireto en demasía, fue el que me condujo a permitirme ciertas licencias en mi labor diaria no remunerada. también, a mor de ser sincero, mi ínfima sensibilidad hacia unos altos mandos que, tras años ejercitando su carrera en cataluña, requerían de traducciones catalán-castellano para comprender el sentido de una breve noticia.

así, a modo de divertimento y una vez consciente que nadie se entretenía en mis traducciones, me concedí aderezarlas con frases de propia cosecha no incluidas en el original, flagrantes catalanadas y pinceladas humorísticas de las que acatando su orden (no interpretes, sé literal) surgían poblaciones de nuevo cuño como san clemente suscebollas.

algún que otro desliz cometí también cursando invitaciones. mi afán igualitario me obligaba a convidar a obispos y cardenales en condiciones idénticas a las de otras autoridades; es decir, en compañía de sus esposas. la típica precaución ante la posibilidad de un matrimonio del que no se tuviera o tuvieses constancia en el gabinete.

deseo entienda estas líneas como un sincero acto de arrepentimiento por un conducta en exceso superficial. deseo entienda estas líneas, apreciado sargento, como la más fehaciente constatación de que, como usted sentenció, a ese cuartel entró un chico para acabar saliendo todo un hombre.

atentamente ... y a sus órdenes de usted.